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Norte de México: Entre el horror y la indignación

Norte de México: Entre el horror y la indignación

Esta última semana he vivido una serie de sentimientos encontrados que me han llevado del miedo, a la incertidumbre y la indignación.

El fin de semana pasado estuve en el norte de México, subí a la sierra de Chihuahua y Sonora para darle seguimiento a la investigación del asesinato de 6 niños y 3 madres de la comunidad mormona de esa región y fueron días de mucho miedo.

Subir a la sierra de Chihuahua por carreteras de terracería donde el crimen organizado se pasea como Pedro por su casa es siempre aterrador, algo que bien saben los que viven en el norte de México.

Por esos lugares nunca sabes lo que puede pasar porque es literalmente tierra de nadie. En cualquier momento te pueden emboscar y asesinar como lo hicieron con las familias mormonas.

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El gobierno le dijo a los familiares de las víctimas que pondrían vigilancia en la región por seguridad de todos los que suben y bajan de la sierra por cuestiones de necesidades básicas.

Nos adentramos en dos vehículos por seguridad de todos, también nos acompañaban 3 hermanos de la familia Lebaron, un hijo de uno de ellos hasta una de las esposas de uno los líderes de esa comunidad. Los Lebaron nos dijeron que viajar con nosotros era seguridad para ellos. Para nosotros era lo contrario.

Después de recorrer por varias horas llegamos entrada la noche a La Mora donde ocurrió la masacre. En todo el recorrido NO encontramos ningún tipo de vigilancia de la Guardia Nacional o algún otro tipo de autoridad. Según los Lebaron, a ellos les habían notificado que ya habría vigilancia.

Antes de subir a la Sierra pasamos por Pancho Villa, una pequeña población donde está un destacamento de la Guardia Nacional, pero ellos están ahí fijos vigilando quién sube y quien baja, pero por la carretera a lo largo de la sierra no hay nadie. Está solo y tenebroso como la oscuridad de la noche.

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Después de un par de días en La Mora, bajamos por la sierra de Sonora hacia la frontera de Agua Prieta por una zona que también es muy peligrosa y donde aparentemente el gobierno también había prometido vigilancia de la Guardia Nacional. Los Lebaron me dijeron que siempre querían hacer ese recorrido pero no se atrevían, pensaron que viajar con nosotros les daba un poco de seguridad. No es lo mismo atentar contra ellos solos que contra 4 integrantes de un medio internacional, me dijeron, por eso aceptaron viajar con nosotros por esos caminos de la muerte.

En carretera estuvo mucho más peligroso. La única protección que llevábamos eran un par de chalecos anti-balas que afortunadamente no hubo la necesidad de usar, pero siempre viajamos con un nerviosismo a flor de piel.

Entre el miedo y el horror que llevábamos pudimos comprobar que la seguridad en esa zona es ausente, que sigue siendo tierra de nadie y que los habitantes de esa región están desprotegidos sobre todo cuando se trata de moverse para buscar las necesidades básicas en sus comunidades.

Ahora la frontera.

Ayer llegué a ciudad Juárez a otra cobertura de trabajo y crucé caminando el puente internacional entre El Paso, Texas y Juárez, México.

Cuando iba cruzando me llamó poderosamente la atención la estrecha vigilancia de la Guardia Nacional al pie del Río Bravo. Esos soldados que llevan varios meses apostados ahí para evitar que los migrantes crucen a Estados Unidos.

La verdad que no pude evitar sentir rabia. Todo mundo sabe lo peligroso de la sierra, la violencia desmedida, la gente de esa región suplicando algún tipo de seguridad y los elementos de la Guardia Nacional parados con potentes armas a la orilla del Río Bravo evitando que crucen migrantes a Estados Unidos.

Yo sobreviví y afortunadamente fui por un par de días pero los que viven allá, los que tienen que subir y bajar todos los días para poder sobrevivir, cómo viven, ¿quién los protege? ¿Será acaso que tenga que intervenir Estados Unidos para acabar con el crimen organizado como algunos lo sugieren?

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Juárez y sus muertos.

Por la noche cuando regresaba caminando de Juárez a El Paso por el mismo puente, ahí en una esquina a escasos metros de donde están los elementos de la Guardia Nacional ejecutaron a un hombre que tenía un puesto de “chocholucos”. Cuando llegué estaba toda la conmoción de la gente y el cuerpo sin vida del desafortunado ahí en la acera.

¿Y la Guardia Nacional de qué sirve?, ¿acaso no se dieron cuenta? Está ahí nada más, le pregunté a uno de los muchos curiosos que estaban viendo cómo los policías tomaban fotos y acordonaban el área.

No, ellos nunca se meten en esto, ellos vigilan el río, me dijo el hombre de unos 40 años de edad que vendía elotes en una esquina.

Me quedé un rato más y decidí cruzar a Estados Unidos. Amo mi país me dije mientras cruzaba, es mi tierra natal, pero acá me siento más seguro que en el norte de México.

El interrogante de qué está haciendo la Guardia Nacional mientras los homicidios siguen aumentando en el norte de México (y el resto del país), le sigue dando vueltas a mi cabeza.